Hoy, 8 de marzo, celebrando como estamos el Día Internacional de la Mujer con una huelga feminista de gran éxito y repercusión en esta adormecida sociedad, con las calles de nuestras ciudades bullendo con multitudinarias manifestaciones exigiendo la igualdad real entre hombres y mujeres y la eliminación de toda violencia machista, no se nos ocurre mejor tema para esta entrada que el de la relación entre traducción y feminismo.
Vamos, para ello, a reproducir un resumen de un artículo de María José Furió “Traducir en Clave Feminista (2)” publicado en El Trujamán, la revista diaria de traducción del Centro Virtual Cervantes:
“Al hablar de traducir en clave feminista no me refiero aquí a las reivindicaciones obvias de igualdad de oportunidades —tarifas, visibilidad, reconocimiento—para ambos sexos”, comienza Furió, “sino al trabajo sobre el texto, a su selección y a las críticas que una versión determinada puede recibir en respuesta a las decisiones del traductor como reflejo de una ideología de época.
Como tan pronto nos planteamos una cuestión surgen pistas que conducen a otros que se han preocupado de lo mismo, di con la especialista en feminismo y traducción Luise von Flotow, de la Universidad de Ottawa, Canadá. En “Feminist Translation: Context, Practices and Theories”, de 1991, arranca comentando una cita: «Ce soir j’entre dans l’histoire sans relever ma jupe» de la obra La nef des sorcières, y sus dos traducciones al inglés. Una es fiel al original y en español sería: «Esta noche entro en la historia sin levantarme la falda»; la versión feminista puesta en español dice: «Esta noche entro en la historia sin abrirme de piernas»”.
“Von Flotow”, nos indica Furió, “va a defender la segunda versión precisamente por el efecto shock que provoca, para después trazar una panorámica de una corriente emergente de traductores declaradamente feministas en su país —mujeres y hombres—. Estos traductores ya formaban parte en las dos décadas anteriores de una corriente de escritura experimental que intentaba atacar, reconstruir o simplemente superar el lenguaje convencional, que percibían como intrínsecamente misógino”. Continúa indicándonos que esta intervención directa sobre los textos “será viable solo donde el autor original y el editor lo permitan o toleren —si no viene a meter su cuchara el corrector por no advertirle de la intención de los autores—. En tal sentido, quedan como ejercicios de agitación, de concienciación, en parte recluidos en el gueto de los sectores interesados en feminismo o en rebeldías de grupos minoritarios y en parte integrados dentro de los planes de estudios de las modernas facultades de Traducción e Interpretación”.
Termina Furió con un listado de preguntas, comentadas algunas y dejando “al aire las más generales, que requieren respuestas más amplias y estudios detallados.
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